Musicoterapia, melodía de la sanación



Debido al confinamiento derivado de la pandemia por Covid-19, los problemas
de salud mental han aumentado y en otros casos se han agudizado. La
musicoterapia -que venía siendo aplicada en Chile como terapia
complementaria- aparece como una opción para hacer frente a este tipo de
enfermedades silenciosas.

Al verlo tras una pantalla, en entrevista realizada el 19 de noviembre de 2020,
Joaquín Echeverría, de 20 años, se ve de espalda a una puerta abierta, como si
esta fuera una vía de escape. Fue diagnosticado de trastorno depresivo ansioso.
Dice que en sus momentos de crisis suele quedarse sin palabras para verbalizar lo
que siente y a merced de impulsos autodestructivos.

“Siento que [la musicoterapia] ofrece esa oportunidad de no tener que ponerle
palabras a todo. Porque a veces hay pacientes, y me incluyo, que le faltan
palabras o no las encuentran, porque no se sienten cómodos. Simplemente se
ahogan mucho hablando”, describe.

El confinamiento le quitó por un largo tiempo las sesiones de cada miércoles, esas
donde expresaba lo que sentía con las vibraciones de su bajo. El encierro lo obligó a
ser mucho más productivo y lo llevó a otros cuestionamientos: “a lo mejor no soy lo
suficiente o no hago lo suficiente”.

En entrevista con radio Futuro, el 14 de enero de 2019, previo a su última visita a
Chile, Les Claypool, bajista y líder de Primus, habló de su vida como músico y de lo
significativo que fue en sus inicios su acercamiento al instrumento de cuatro
cuerdas, “en la vida de un adolescente, llena de cambios, locura y drama, lo
que hacía era ir y tocar bajo, así expurgaba todo lo que me estaba pasando.
Fue una gran terapia”.

Como Claypool lo hizo, Joaquín ha sabido canalizar sus emociones a través del bajo
y en él explorar la versatilidad del lenguaje que ofrece la música, “a la hora de

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encontrar una voz para tu problema, eso se reemplaza por una melodía, una
canción”.

VIBRAR DE LAS EMOCIONES

En el libro Música y neurociencia: La musicoterapia, publicado el 2008, Jordi Jauset
Berrocal se basa en la American Music Therapy Association (AMTA) para definir
este tipo de terapia complementaria: “una profesión, en el campo de la salud,
que utiliza la música y actividades musicales para tratar las necesidades
físicas, psicológicas y sociales de personas de todas las edades”.

Menciona que la versatilidad del complemento musical en un tratamiento permite
desarrollar estrategias personalizadas en cada paciente. La terapia constante
permite “controlar el estrés, disminuir el dolor, expresar sentimientos,
potenciar la memoria, mejorar la comunicación y facilitar la rehabilitación
física”, argumenta Jauset.

El autor catalán aclara que la sonoterapia es diferente a la musicoterapia. Se asocia
al desarrollo de la conciencia y al crecimiento personal, sin tener una “línea
cognitiva conductista”. En las sesiones de sonoterapia se trabaja con
instrumentos como cuencos tibetanos o campanas, además de la voz del paciente.

Los orígenes del uso de la música para la cura de diversas dolencias se remontan a
unos 6 mil años atrás, cuando los sonidos musicales se utilizaban en los templos de
Mesopotamia para evitar que la ira de los dioses arruinara las cosechas. Esta
alternativa terapéutica logró reconocimiento formal a fin de la Segunda Guerra
Mundial, en Estados Unidos, para tratar a los veteranos de combate que sufrían de
estrés postraumático.

Jauset señala que “la música, además de ser una distracción y de contribuir a
un aumento de su ánimo, influía positivamente en los casos de depresión y
aligeraba sus dolores”.

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La musicoterapeuta y ex presidenta de Achim, Francisca Yousef, en entrevista del
14 de diciembre de 2020, menciona que, en esa época, algunos hospitales
comenzaron a pagar a los músicos que tocaban allí. Esto dio pie al estudio de las
reacciones y resultados de los pacientes para crear un cuerpo de conocimientos,
que se fue nutriendo con la psicología, la neurociencia y la educación musical.

Más tarde, estas investigaciones llegaron a las universidades estadounidenses que
empezaron a instruir a los estudiantes de medicina en musicoterapia. Después se
replicó en Inglaterra y Argentina, quienes se convirtieron en los pioneros de
Latinoamérica.

En Chile los primeros registros esporádicos e informales del uso de musicoterapia
se remontan a la década del 50. Ya a fines de los 90, gracias a los profesionales
que se capacitaron en el extranjero, se puso en marcha en la Universidad de Chile
el postítulo en musicoterapia, al que solo pueden ingresar titulados con un grado
académico en las áreas de música, salud, educación u otras afines.

ALIVIO PARA EL ALMA EN TIEMPOS DE PANDEMIA

En nuestro país el primer caso de Covid-19 fue confirmado el 3 de marzo de 2020,
solo ocho días antes que la OMS declarara a la enfermedad como pandemia. Al 12
de octubre de 2021, existía un registro de 1.663.992 casos, con 37.574 víctimas
fatales y extenuantes cuarentenas, que se extendieron desde el 26 de marzo del
2020 hasta mediados de agosto del 2021.

Esta emergencia sanitaria trajo consigo una inestabilidad económica reflejada en un
alza de la inflación. La proyección anual del IPC para diciembre próximo es de 5,7%
(4,4% en junio), manteniéndose en cifras por sobre el 5% durante la primera mitad
de 2022, según proyectó el Banco Central a inicios de septiembre.

Pero la economía no es la única preocupación, la salud mental también se ha visto
afectada. Si bien el cuarto estudio “Termómetro de la salud mental en Chile ACHS-
UC”, publicado el 7 de septiembre de 2021, muestra una disminución en
enfermedades psicológicas de 9,2 puntos con respecto a mayo (32,8%), la

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preocupación y el temor siguen latentes, debido, principalmente, a las nuevas
variantes del virus, Delta y Mu.

La incertidumbre se ha vuelto un factor clave en los problemas de salud mental. Así
lo afirma José Benavides, musicoterapeuta, en entrevista realizada el 13 de
noviembre de 2020, “la consigna es no pensar tanto en lo que viene, sino en
ver cómo nos vamos acomodando en el día a día (…) mucho pasado genera
depresión, lo que no fue. Mucho futuro, lo que quiero hacer, lo que viene. Qué
va a pasar genera angustia”.

Benavides, quien es psicólogo y licenciado en música de la Pontificia Universidad
Católica de Valparaíso y posee un máster en musicoterapia en la Universidad de
Nueva York, agrega que durante este período ha tenido un aumento considerable
de pacientes con síntomas agudizados por la pandemia, en especial por trastorno
de angustia, que en casos extremos pueden terminar en una crisis de pánico.

“La angustia es el síntoma, como el estornudo. La crisis de pánico está
porque mi cuerpo algo necesita, hay un ahogo emocional (…) muchas veces
me pasa que llegan estos pacientes con el complejo superhéroe, entonces
tapan, tapan, postergan, postergan y claro ahí la crisis de pánico llega sola en
algún momento porque el cuerpo la tiene que sacar”, explica.

Benavides plantea que la musicoterapia es una alternativa para el tratamiento de
afecciones como el trastorno de angustia, ya que contribuye a romper el caparazón
de las emociones cuando las palabras no fluyen, “ayuda mucho a sortear ese
primer obstáculo comunicacional (…) se transforma en un lenguaje
contenedor y seguro”.

Pepe, como lo llaman sus pacientes, argumenta que la particularidad que tiene la
música es que no pertenece a una zona específica del cerebro. “Si yo escucho
música, no solamente activo mi centro auditivo. Puedo estar activando mi
centro visual si estoy viendo la letra o estoy tocando la partitura de esa
canción (…) si yo escucho música hay luces. Entonces, si yo toco un

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instrumento son fuegos artificiales, porque se amplifica, porque yo ya estoy
involucrado (…) cerebralmente, es una fiesta”.

Por su parte, Francisca Yousef puntualiza, en una entrevista publicada el 16 de
enero de 2019 por el medio digital especializado en psicología y salud mental
psiconetwork.com, que “El musicoterapeuta puede abordar necesidades físicas,
emocionales, cognitivas y sociales de individuos de todas las edades, en
contextos de orden comunitario, organizacional, hospitalario, educacional”.

El artículo “La música como una herramienta terapéutica en medicina”, publicado el
17 de diciembre de 2017 por la revista chilena de neuropsiquiatría reafirma las
palabras de Benavides y Yousef: “la música tiene un efecto documentado en
aliviar ansiedad, depresión y el dolor en enfermedades somáticas. Las
respuestas que gatilla la música son en estructuras que dan input
dopaminérgico (…) reduce el dolor, alivia la ansiedad y distrae la atención de
estímulos aversivos, ayudando a sobrellevar así el estrés emocional”.

EL CUERPO NO PUEDE MENTIRLE A LA MÚSICA

Yousef enfatiza en la honestidad que se da dentro de la terapia, pues es “imposible
no ser auténtico en la música, cuando uno habla con otro, uno igual pone
ciertas barreras, como una máscara. Entonces, la música es una ventana al
alma de la persona y aunque esta aborde un tema difícil, ella siempre
producirá un goce”.

Para Benavides las emociones se canalizan mejor en lugares amplios, el profesional
detalla que mantiene dos consultas. En estas no pueden faltar instrumentos de
cuerdas, percusión y un piano, siendo este uno de los preferidos por sus pacientes.

El vicepresidente de Achim explica que “la consulta se arma dependiendo del
paciente (…) el piano siempre está, y eso va en función de la afinidad que
sienta el individuo con ciertos instrumentos y uno tiene que ir viendo qué
ocupar (…). La música no es sólo tocar instrumentos, implica saltar, jugar,

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bailar. Si yo trabajo con niños, no puedo esperar que estén sentados toda la
sesión”.
Yousef y Benavides dicen que existen dos métodos de trabajo, que varían según las
características de la persona tratada. En la primera sesión escogen uno de ellos.
Las modalidades se conocen como activa y receptiva.
En la primera el paciente ejecuta los instrumentos y busca crear canciones o recrear
alguna tonada, en ella se introducen consignas como por ejemplo “cómo te
sentiste hoy día”. En el otro tipo, el especialista busca conectar con la imaginería
del paciente, al hacerlo escuchar música y que esta lo lleve a algún lugar.
Pepe también es el terapeuta de Joaquín. Su experiencia lo llevó a entender que si
una persona necesita bailar o convertirse en cantante, él se sumará a la fiesta al
más puro estilo de la película “Escuela de Rock”. Joaquín reconoce esa entrega, “le
muestro lo que siento con música, busco melodía. Algo que hago
frecuentemente con el bajo, es no conectarlo al amplificador para solo sentir
la vibración de las cuerdas. Eso me relaja y me ayuda mucho”.
Paula Naranjo, madre de Joaquín Echeverría, en entrevista concedida el 8 de
septiembre de 2021, habla de las sensaciones que transmite su hijo tras cada
sesión: “va a las terapias con Pepe y vuelve feliz, me dice ‘mamá hicimos esto
con la música’. Definitivamente a través de la música Joaco se expresa”.
La también psicopedagoga asegura que estas sesiones fueron más productivas que
miles de horas con sus otros psicólogos.

NO ES MILAGRO, ES MUSICOTERAPIA

Esta terapia no es un milagro, es un trabajo de los especialistas en conjunto con
cada paciente que se desarrolla de forma constante y se sustenta en una
explicación científica.

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En 2015, los musicoterapeutas chilenos Silvia Andreu y Rodrigo Quiroga publicaron
el libro “La Musicoterapia en Chile: 1955-2014”, financiado por el Fondo de
Desarrollo de la Universidad de Chile. En el texto indican que la música entrega una
sensación de satisfacción, que produce la liberación de dopamina que ayuda a la
estimulación del cerebro humano. Esta sustancia es un neurotransmisor asociado a
las experiencias placenteras y de relajación.

El escrito agrega que la terapia musical se puede utilizar para tratamientos de
trastornos neurológicos, tales como Parkinson, Alzheimer y demencias; también
para afecciones emocionales, generando en el paciente la posibilidad de recuperar
incluso habilidades lingüísticas y motrices, ya que activa gran parte del cerebro.

La musicoterapeuta y actual presidenta de Achim, Esperanza Marchant, afirma, en
una entrevista realizada el 6 de septiembre de 2021, que “se demostró que con
cierto estímulo musical (…) el cerebro reaccionaba muy similar al consumo de
drogas o adicciones que están vinculadas a veces a problemas de salud
mental, como la esquizofrenia”.

Carlos Sciolla, médico psiquiatra y miembro del directorio de la Sociedad Chilena de
Salud Mental, concuerda con Marchant. En entrevista realizada el 8 de septiembre
de 2021 revisó la tesis publicada por la Universidad de Chile «Musicoterapia y
desarrollo personal». Sciolla, confirma el postulado que ahí aparece, señalando que
“la música en sí es un desarrollo, una actividad como el lenguaje (…) puesto
que pone a trabajar todo el sistema nervioso. O sea, la parte motriz, la parte
emocional, la memoria, el lenguaje, ambos hemisferios trabajan.
Prácticamente, todo el cerebro”.

Pese a los efectos positivos que genera la música a nivel cerebral, este tratamiento
tiene ciertas restricciones. Por ejemplo, como lo menciona Francisca Yousef, no
puede ser utilizada en personas que han sido diagnosticadas con epilepsia
musicogénica, dado que esta se desencadena con ciertos estímulos musicales.

Yousef agrega que la musicoterapia tampoco es recomendada en bebés
prematuros, pues “no se puede aplicar antes de la semana 27. Si se aplica así

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puede ser perjudicial, porque una guagua prematura corre el riesgo de ser
sobreestimulada y eso genera cambios a nivel neuronal”.

SONIDOS DE ESPERANZA

En la actualidad, la musicoterapia continúa su travesía para subir los decibeles y
posicionarse de manera masiva como una opción para abordar los problemas de
salud mental en Chile.

A principios del 2021, José Benavides asumió como vicepresidente de Achim y
Francisca Yousef finalizó su mandato. Su sucesora, Esperanza Marchant, habla de
los desafíos: “seguir avanzando en las políticas públicas que reconozcan la
profesión como tal en el Código Sanitario chileno y apoyar el próximo
Congreso Latinoamericano de Musicoterapia (CLAM)”.

Paola Naranjo, mamá de Joaquín, se muestra esperanzada sobre el futuro de su
hijo, “para mí, definitivamente, la musicoterapia le salvó la vida, más allá de los
medicamentos vino a complementar el trabajo que yo estaba haciendo con su
psiquiatra. Pero la música, la verdad es que sacó a mi hijo de ese hoyo negro
en el que estaba”.

Mientras tanto Joaquín sigue explorando sus emociones en cada acorde de su bajo,
“siempre tenía que tocar algo que me hiciera sentir. En eso fui buscando una
respuesta, porque tenía tanta ira y la respuesta la encontré en la música, ahí
es donde podía expresarme”.

Joaquín no solo encontró una respuesta en la musicoterapia, sino que descubrió la
partitura de su vida. Hoy, además de continuar con su tratamiento, estudia Armonía
Popular (música) en la IMUS PUCV con la idea de otorgar una voz de ayuda a otros.


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